La mayoría de las personas que flexionan los dedos hacia la palma de la mano observan la aparición de un tendón cartilaginoso de unos centímetros de longitud entre la muñeca y el antebrazo: se trata del tendón palmar largo, un músculo delgado que ayuda a flexionar la mano. Sin embargo, una parte de la población que se somete a la prueba comprobará que simplemente ya no tiene el músculo, como signo visible de la evolucióntransformando nuestro cuerpo.

El tendón protuberante del músculo palmar largo, resaltado por la flexión de los dedos y la palma de la mano.

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Al fin y al cabo, somos primates en proceso de evolución. Y aunque la selección natural que Charles Darwin definió en 1859 no es perceptible en tiempo real -ya que se necesitan miles de años para que se operen las transformaciones-, arrastramos signos del proceso. El apéndice, las muelas del juicio y el músculo plantar son partes inútiles del cuerpo condenadas a desaparecer.

Comparación, en un estudio, de un brazo con el tendón muscular (arriba) y otro que ya no lo tiene.

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En la actualidad, cerca del 14% de la población mundial ya no tiene el tendón del músculo palmar largo. De hecho, el tendón tiene hoy una función tan discreta e irrelevante en la flexión de nuestros dedos y manos que los médicos suelen utilizarlo para sustituir tendones rotos en otras partes del cuerpo.

Ilustración que muestra la extensión del músculo palmar largo en el antebrazo.

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Otros primates, como los orangutanes, siguen utilizando el músculo, pero los chimpancés y los gorilas tampoco lo necesitan ya y han sufrido el mismo efecto de la evolución.

La ausencia es más común en las mujeres que en los hombres: en algún momento de nuestro proceso evolutivo, sin embargo, fue útil, como otras partes de nuestro cuerpo que hoy utilizamos activamente, pero que desaparecerán en un futuro aún lejano.

Otro brazo que ya no lleva el tendón, haciendo el gesto que lo revelaría