Basta con vernos frente a un gatito o un perrito para que nos asalte un curioso, inevitable y unánime sentimiento: el irrefrenable deseo de estrujar e incluso aplastar a los animalitos más monos. Pero, ¿cuál es la razón de que nos asalte tan a menudo este complejo de Felicia que parece llevarnos a todos ante la monada? Existe, para la ciencia, un nombre un tanto paradójico para ellofenómeno: "Agresión bonita".
Ver también: La pizza con borde de baqueta existe y está más cerca de lo que creesSegún investigadores de la Universidad de California, tal reacción nos aleja tanto de nuestras emociones como del sistema de recompensa de nuestro cerebro, afectando así tanto a nuestras actividades neuronales como a nuestro comportamiento.
Ver también: Hay un número mínimo de eyaculaciones al mes para disminuir las posibilidades de cáncer de próstataUn informe sobre Agresiones Simpáticas ilustra cómo somos incapaces de hacer frente a sentimientos extremos de euforia, algo parecido a las lágrimas de felicidad o, en sentido contrario, a cuando nos reímos en momentos de tensión.
Lo que hace el cerebro para protegerte de un pico intenso de una emoción es enviarte una inyección de un sentimiento opuesto, con el fin de aliviar el estado inicial de excitación - o tensión. Esto es, sin embargo, una reacción extrema y un tanto descontrolada del cerebro, teniendo en cuenta que el sentimiento de ternura frente a animales y bebés se da para que nos sintamos estimulados a cuidarlos. Así que, en lugar de aplastar afurioso con un gatito o un perro, recuerda que lo razonable es lo contrario: cuidar del animal.